Laura de Sánchez toma su lugar en la mesa, frente al micrófono. Pero se le atoran las palabras. Viene a denunciar que su esposo Gerardo Sánchez, hojalatero del barrio Reforma Agraria, fue secuestrado en la mañana durante la confrontación que se produjo, con todo y balazos al aire, en la barricada del Puente de los Cinco Señores, una glorieta clave para la circulación de la ciudad, donde confluyen cinco caminos.
La locutora de turno se esfuerza por hacerla hablar, pero la angustia le cierra la garganta a Laura. Con aplomo, la doctora Berta Muñoz empieza a poner palabras a la denuncia que no sale de boca de la mujer. Cuenta que esa mañana, cerca de las 9, un grupo de priístas llegaron a hostigar a los brigadistas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, que dispararon al aire, que se hicieron de palabras con los que cerraron el paso. Que atraparon a Gerardo y lo obligaron a subir a un Jetta negro.
Hay registro en video de los hechos. Y se tienen las placas del vehículo, que son repetidas una y otra vez en la radioemisora. Berta llama a los radioescuchas a estar alertas, a prestar toda su colaboración para que Gerardo, padre de cuatro hijos pequeños, vuelva hoy mismo a casa.
Del secuestro los locutores pasan a otro asunto. Durante 20 horas al día Radio Universidad transmite el minuto a minuto de la larga batalla popular para derrocar al gobernador Ulises Ruiz. Esta programación resulta vital para mantener un hilo de comunicación permanente entre las barricadas. Mediante esta radio se enteran de que vieron salir de Etla una caravana de hombres vestidos de negro, fuertemente armados, hacia la capital estatal. Saben que un tal "señor Bustamante" está agrupando a otra banda armada para marchar sobre otra barricada. Son los primeros avisos de una jornada violenta que cerraría con tres muertos y una veintena de heridos.
La puerta de la cabina se abre una vez más, algo que ocurre constantemente. Ahí no hay una luz roja que anuncie "al aire" sino una pegatina de esas que le reclaman a Televisa: "Digan la verdad". Entra un hombre; en la frente una herida le sangra. Pero ha preferido pasar antes por la radio a contar cómo fue que se peleó con unos judiciales. Ya tendrá tiempo de ir más tarde al hospital.
Tras el cristal donde están los controles técnicos un chico levanta una cartulina: "Llamada al aire". Y entonces se oyen las voces de la calle. Gente que se queja amargamente del líder de la sección 22 del SNTE, Enrique Rueda Pacheco. "Ya nos vendió", dice. Nadie le rebate. Es un sentimiento que ha echado raíces. Los locutores se van relevando sin mucho orden frente al micrófono con anuncios, alertas y denuncias diversas. Se pide apoyo para acudir a la barricada que bloquea el acceso de los autobuses que no pueden llegar a la terminal. Los pasajeros tienen que caminar el último trecho y los brigadistas se aprestan a ayudarlos a acarrear el equipaje. También urgen refuerzos para vigilar Ciudad Universitaria, que en la madrugada sufrió un atentado. En la oficina del director de la Facultad de Derecho aún huele fuertemente a humo, ya que un grupo de provocadores brincaron al amparo de la noche una barda del campus, dispararon al aire y lanzaron una bomba molotov que encendió una cortina. El fuego consumió una computadora y algunos enseres de oficina antes de que lograran apagarlo.
Pronto empiezan a llegar grupos de solidarios que vienen desde Ocotlán para no dejar solos a los universitarios. Parece lógico que un operativo de represión atente primero contra este bastión que mantiene viva la comunicación del movimiento.
Tomado de La Jornada