En otras esferas de la Administración Pública pareciera que también se han extendido redes protectoras, pues sin dicha complicidad sería imposible que estas mafias hubieran alcanzado tanta fuerza. No es una historia de hoy. Los hilos conductores hacia los padrinos se extienden al pasado y se pierden en una nube de protección. Los jefes de las bandas cuyos nombres y cárteles se conocen e incluso en ocasiones son abatidos por las fuerzas de la ley, no son las verdaderas cabezas. Ellos están a su servicio, pero siempre hay alguien más arriba, invisible, que permite que la hidra no muera con los caídos, sino que multiplique sus tentáculos. El magnicidio del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, hace ya 17 años, pretendió mostrarse a la opinión pública, primero, como un hecho fortuito al ubicarse el vehículo del prelado en medio del fuego cruzado entre bandas de narcotraficantes, versión que luego fue desmentida. Posteriormente, frente a lo insostenible del Nintendo del Dr. Jorge Carpizo, se pretendió la tesis de una confusión de personas sin parecido entre sí. Intento tras intento para tender una cortina de humo. Han pasado los años y México no tiene ni verdad ni justicia. ¿Cómo puede alcanzarse la paz y erradicar el mal que nos corroe, sino no hay voluntad para alcanzarlas? Jesús Becerra, actor en la lucha por esclarecer este magnicidio, nos muestra algunas de las experiencias y momentos vividos en la investigación. Se trata, según muestra, de un crimen de Estado, urdido desde las entrañas del poder y, por lo mismo, ocultado y enturbiado por las mismas autoridades que debieron investigarlo y hacer justicia. Pero el empeño de tres abogados, Fernando Guzmán, José Antonio Ortega y Jesús Becerra, autor de esta obra, así como la perseverancia del Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, ha impedido que el caso se cierre y quede en el olvido. | | | Los hilos del poder operaron el día del crimen, están vivos y vigentes. Una y otra vez se han puesto obstáculos y trabas para que aflore la verdad, se conozca a los culpables y se haga justicia, a pesar de que existen claros indicios que apuntan a los autores del magnicidio. Contra los deseos de verdad y justicia del pueblo de México, impera la mentira, la simulación y la injusticia. A través de estas páginas se conocen algunos de los elementos que apuntan a los responsables. Se ha denegado el derecho humano a la justicia, y quienes debían salvaguardarla y atestiguar que la autoridad competente para impartirla se niega a hacerlo y la obstruye, también se han tapado los ojos, para no ver. Tienen miedo de ver, de conocer la verdad y, por lo mismo, hacer justicia. Juzgue el lector. Conozca los enredos del magnicidio y saque sus conclusiones. A veces lo legal no es lo justo, ni se requiere sentencia judicial para tener certeza moral. Si hay fortaleza y perseverancia en quienes trabajan por esclarecer este crimen, tarde o temprano se conocerá la verdad y, probablemente, se hará justicia. |