EN ESTOS DÍAS
Angélica Beltrán
La crisis migratoria
La violencia contra los indocumentados aumenta, ya no sólo la ejerce el gobierno norteamericano sino ahora también grupos anti-inmigrantes, a los que se agrega una red de pandilleros en ambos lados de la frontera, dedicados al robo de inmigrantes.
Los conflictos internacionales de Estados Unidos han contribuido a recrudecer el trato hacia los inmigrantes; estando en peligro su seguridad nacional, todos los que buscan ingresar incluidos los trabajadores indocumentados, son posibles delincuentes o hasta terroristas, por lo que asesinarlos es casi legal.
En ese sentido, las observaciones de la diplomacia mexicana son para que se les reconozca como gente digna, cuyo trabajo sirve a la sociedad norteamericana y que el problema de la emigración tiene que ver con desempleo y la pobreza, no con ataques terroristas.
En los primeros seis años del tercer milenio de acuerdo a datos del Consejo Nacional de Población, en la frontera norte del país murieron más de 4 mil migrantes, de los cuales la mitad se inscribió sólo en el 2006.
Con esto vemos que conforme “avanza” México hacia la consolidación de su democracia, hacia la pluralidad de partidos y la mayor representatividad de sus ciudadanos, que a nivel federal muestra hoy un congreso de 500 diputados y 300 senadores de 8 partidos políticos, la situación social y económica de millones de familias parece ir en declive.
Durante el sexenio de Vicente Fox, del triunfo de la democracia en México con la llegada del PAN a la presidencia, el Conapo contabilizó consecutivamente por cada uno de los seis años de gobierno, un aumento creciente de trabajadores mexicanos que abandonaron el país; el promedio anual fue de 600 mil, cuyo destino fue Estados Unidos en un 90 por ciento.
Con estas cifras se puede observar que nuevos gobiernos no son garantía de mejoras para los grandes grupos de población; cambia, eso sí, el estatus de los círculos cercanos de cada grupo nuevo en el poder, pero las bondades del relevo en los gobiernos no es para las mayorías.
Además del caso federal, encontramos que en los estados de Michoacán y Zacatecas, gobernados por el PRD, el cambio de gobierno tampoco ha constituido la panacea del desarrollo, aunque eso se reitere en los discursos de campaña.
No obstante los esperanzadores mensajes de esos dos gobernantes en el aspecto de ver por los más necesitados, hoy por hoy Zacatecas y Michoacán siguen siendo las primeras entidades expulsoras de mano de obra hacia Estados Unidos.
El hecho concreto a resaltar aquí es que el desinterés de los gobiernos de cualesquier partido hacia las grandes masas trabajadoras y la defensa feroz de las fronteras por parte del país de la “libertad” por excelencia, golpea cada vez más fuerte a los inmigrantes.
Su situación es cada vez más grave porque la discriminación ha pasado a ser de malos tratos, indiferencia, no acceso a los servicios del estado ni a los centros de diversión, al ataque frontal y hasta el asesinato de los mismos.
Las muertes en la frontera han aumentado tanto y con ello el problema de la identificación de los cadáveres que el gobierno mexicano tiene incluso un convenio con el laboratorio de Medicina Genética de la Universidad de Arizona para identificar cuerpos de indocumentados.
Con todo y los cambios en el país, como el fin del partido único (PRI), el triunfo de la democracia electoral, la creación de “instituciones que dan transparencia” y la pluralidad en el Congreso, en los últimos 40 años la emigración hacia Estados Unidos ha tenido una tendencia ascendente desde la década de 1970, cuando se estimaba que radicaban en esa nación cerca de 800.000 mexicanos, sumando para 2006, 11 millones de migrantes según datos de Conapo.
Ante lo cual podemos decir que es bueno celebrar la democracia, la globalización, la era digital, el tercer milenio, el relevo de los partidos en los gobierno en México; pero también es bueno reconocer que esta “palancas del desarrollo” y de integración mundial son meros mitos para seguir favoreciendo a pequeños grupos en todo el mundo; pues en los hechos las bondades discursivas se vienen abajo con realidades tan visibles como la ascendente emigración que no se detiene ni con las balas.
